miércoles, 22 de diciembre de 2010

El nacimiento de Jesús


La Biblia, Nuevo Testamento, San Lucas Capítulo 2

El nacimiento de Jesús
1
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de César Augusto, para que todo el mundo fuese empadronado.
2
Este primer censo se hizo mientras Cirenio era gobernador de Siria.
3
E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
4
Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
5
para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
6
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
7
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
8
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9
Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11
que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12
Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14
¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15
Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16
Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17
Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18
Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19
Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20
Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
21
Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.
22
Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
23
(como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor),
24
y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
25
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26
Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
27
Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28
él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29
Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra;
30
Porque han visto mis ojos tu salvación,
31
La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32
Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.
33
Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
34
Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
35
(y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
36
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37
y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
38
Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
39
Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40
Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
41
Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
42
y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
43
Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.
44
Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;
45
pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46
Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.
47
Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
48
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
49
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
50
Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
51
Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52
Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La Biblia, Nuevo Testamento, 2da Epistola del Apostol Pablo a los Tesalonicenses


Capítulo 1

Fidelidad en medio de la tribulación
1
Pablo, Silfas y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:
2
Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3
Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás;
4
tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.
5
Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.
6
Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan,
7
y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,
8
en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
9
los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,
10
cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).
11
Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder,
12
para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

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Capítulo 2

El hombre de iniquidad
1
Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,
2
que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
3
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
4
el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
5
¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?
6
Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
7
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
8
Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;
9
inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,
10
y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
11
Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,
12
a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
13
Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,
14
a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
15
Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.
16
Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia,
17
conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.

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Capítulo 3

Glorificación de la palabra de Dios y el deber de trabajar
1
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor se difunda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió entre vosotros,
2
y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.
3
Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.
4
Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.
5
Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.
6
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros.
7
Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros,
8
ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros;
9
no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
10
Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.
11
Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.
12
A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan.
13
Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien.
14
Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence.
15
Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.
16
Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.
17
La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo.
18
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.

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domingo, 14 de noviembre de 2010

Las promesas y los héroes de la fe


La Biblia, Nuevo Testamento, Hebreos 11

1
Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
2
Porque por ella alcanzaron buen testimonio los antiguos.
3
Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
4
Por la fe Abel ofreció a Dios más excelente sacrificio que Caín, por lo cual alcanzó testimonio de que era justo, dando Dios testimonio de sus ofrendas; y muerto, aún habla por ella.
5
Por la fe Enoc fue traspuesto para no ver muerte, y no fue hallado, porque lo traspuso Dios; y antes que fuese traspuesto, tuvo testimonio de haber agradado a Dios.
6
Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.
7
Por la fe Noé, cuando fue advertido por Dios acerca de cosas que aún no se veían, con temor preparó el arca en que su casa se salvase; y por esa fe condenó al mundo, y fue hecho heredero de la justicia que viene por la fe.
8
Por la fe Abraham, siendo llamado, obedeció para salir al lugar que había de recibir como herencia; y salió sin saber a dónde iba.
9
Por la fe habitó como extranjero en la tierra prometida como en tierra ajena, morando en tiendas con Isaac y Jacob, coherederos de la misma promesa;
10
porque esperaba la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios.
11
Por la fe también la misma Sara, siendo estéril, recibió fuerza para concebir; y dio a luz aun fuera del tiempo de la edad, porque creyó que era fiel quien lo había prometido.
12
Por lo cual también, de uno, y ése ya casi muerto, salieron como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar.
13
Conforme a la fe murieron todos éstos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.
14
Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria;
15
pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver.
16
Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad.
17
Por la fe Abraham, cuando fue probado, ofreció a Isaac; y el que había recibido las promesas ofrecía su unigénito,
18
habiéndosele dicho: En Isaac te será llamada descendencia;
19
pensando que Dios es poderoso para levantar aun de entre los muertos, de donde, en sentido figurado, también le volvió a recibir.
20
Por la fe bendijo Isaac a Jacob y a Esaú respecto a cosas venideras.
21
Por la fe Jacob, al morir, bendijo a cada uno de los hijos de José, y adoró apoyado sobre el extremo de su bordón.
22
Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos.
23
Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres por tres meses, porque le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey.
24
Por la fe Moisés, hecho ya grande, rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón,
25
escogiendo antes ser maltratado con el pueblo de Dios, que gozar de los deleites temporales del pecado,
26
teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón.
27
Por la fe dejó a Egipto, no temiendo la ira del rey; porque se sostuvo como viendo al Invisible.
28
Por la fe celebró la pascua y la aspersión de la sangre, para que el que destruía a los primogénitos no los tocase a ellos.
29
Por la fe pasaron el Mar Rojo como por tierra seca; e intentando los egipcios hacer lo mismo, fueron ahogados.
30
Por la fe cayeron los muros de Jericó después de rodearlos siete días.
31
Por la fe Rahab la ramera no pereció juntamente con los desobedientes, habiendo recibido a los espías en paz.
32
¿Y qué más digo? Porque el tiempo me faltaría contando de Gedeón, de Barac, de Sansón, de Jefté, de David, así como de Samuel y de los profetas;
33
que por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones,
34
apagaron fuegos impetuosos, evitaron filo de espada, sacaron fuerzas de debilidad, se hicieron fuertes en batallas, pusieron en fuga ejércitos extranjeros.
35
Las mujeres recibieron sus muertos mediante resurrección; mas otros fueron atormentados, no aceptando el rescate, a fin de obtener mejor resurrección.
36
Otros experimentaron vituperios y azotes, y a más de esto prisiones y cárceles.
37
Fueron apedreados, aserrados, puestos a prueba, muertos a filo de espada; anduvieron de acá para allá cubiertos de pieles de ovejas y de cabras, pobres, angustiados, maltratados;
38
de los cuales el mundo no era digno; errando por los desiertos, por los montes, por las cuevas y por las cavernas de la tierra.
39
Y todos éstos, aunque alcanzaron buen testimonio mediante la fe, no recibieron lo prometido;
40
proveyendo Dios alguna cosa mejor para nosotros, para que no fuesen ellos perfeccionados aparte de nosotros.

jueves, 14 de octubre de 2010

Un tiempo para todo


La Biblia, Antiguo Testamento, Eclesiastés Capítulo 3

Un tiempo para todo


Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora.

Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;

tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;

tiempo de llorar, y tiempo de reir; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;

tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;

tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;

tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;

tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.

¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana?

Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él.

Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.

Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;

y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.

He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de él teman los hombres.

Aquello que fue, ya es; y lo que ha de ser, fue ya; y Dios restaura lo que pasó.

Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí impiedad; y en lugar de la justicia, allí iniquidad.

Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y para todo lo que se hace.

Dije en mi corazón: Es así, por causa de los hijos de los hombres, para que Dios los pruebe, y para que vean que ellos mismos son semejantes a las bestias.

Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es: como mueren los unos, así mueren los otros, y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.

Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.

¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?

Así, pues, he visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?

sábado, 25 de septiembre de 2010

Oración de arrepentimiento


La Biblia, Antiguo Testamento, Salmos Capítulo 51

Oración de arrepentimiento

1
Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones.
2
Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado.
3
Porque yo reconozco mis rebeliones, Y mi pecado está siempre delante de mí.
4
Contra ti, contra ti solo he pecado, Y he hecho lo malo delante de tus ojos; Para que seas reconocido justo en tu palabra, Y tenido por puro en tu juicio.
5
He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.
6
He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo, Y en lo secreto me has hecho comprender sabiduría.
7
Purifícame con hisopo, y seré limpio; Lávame, y seré más blanco que la nieve.
8
Hazme oír gozo y alegría, Y se recrearán los huesos que has abatido.
9
Esconde tu rostro de mis pecados, Y borra todas mis maldades.
10
Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
11
No me eches de delante de ti, Y no quites de mí tu santo Espíritu.
12
Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente.
13
Entonces enseñaré a los transgresores tus caminos, Y los pecadores se convertirán a ti.
14
Líbrame de homicidios, oh Dios, Dios de mi salvación; Cantará mi lengua tu justicia.
15
Señor, abre mis labios, Y publicará mi boca tu alabanza.
16
Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto.
17
Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios.
18
Haz bien con tu benevolencia a Sion; Edifica los muros de Jerusalén.
19
Entonces te agradarán los sacrificios de justicia, el holocausto u ofrenda del todo quemada; Entonces ofrecerán becerros sobre tu altar.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Viviendo en el Espíritu de Dios


La Biblia, Nuevo Testamento, Romanos Capítulo 8

Viviendo en el Espíritu de Dios

1
Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
2
Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte.
3
Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne;
4
para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.
5
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu.
6
Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz.
7
Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden;
8
y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios.
9
Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él.
10
Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia.
11
Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros.
12
Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne;
13
porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.
14
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios.
15
Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
16
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios.
17
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
18
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.
19
Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.
20
Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza;
21
porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
22
Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora;
23
y no sólo ella, sino que también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
24
Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza; porque lo que alguno ve, ¿a qué esperarlo?
25
Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.
26
Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles.
27
Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos.
28
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.
29
Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.
30
Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.
31
¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?
32
El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?
33
¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica.
34
¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.
35
¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
36
Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero.
37
Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.
38
Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,
39
ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.

domingo, 15 de agosto de 2010

Resultados de aceptar la sabiduría

LA BIBLIA, ANTIGUO TESTAMENTO, PROVERBIOS Capítulo 2

Resultados de aceptar la sabiduría

1
Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti,
2
Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia,
3
Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz;
4
Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros,
5
Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios.
6
Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia.
7
El provee de sana sabiduría a los rectos; Es escudo a los que caminan rectamente.
8
Es el que guarda las veredas del juicio, Y preserva el camino de sus santos.
9
Entonces entenderás justicia, juicio Y equidad, y todo buen camino.
10
Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, Y la ciencia fuere grata a tu alma,
11
La discreción te guardará; Te preservará la inteligencia,
12
Para librarte del mal camino, De los hombres que hablan perversidades,
13
Que dejan los caminos derechos, Para andar por sendas tenebrosas;
14
Que se alegran haciendo el mal, Que se huelgan en las perversidades del vicio;
15
Cuyas veredas son torcidas, Y torcidos sus caminos.
16
Serás librado de la mujer extraña, De la ajena que halaga con sus palabras,
17
La cual abandona al compañero de su juventud, Y se olvida del pacto de su Dios.
18
Por lo cual su casa está inclinada a la muerte, Y sus veredas hacia los muertos;
19
Todos los que a ella se lleguen, no volverán, Ni seguirán otra vez los senderos de la vida.
20
Así andarás por el camino de los buenos, Y seguirás las veredas de los justos;
21
Porque los rectos habitarán la tierra, Y los perfectos permanecerán en ella,
22
Mas los impíos serán cortados de la tierra, Y los prevaricadores serán de ella desarraigados.