miércoles, 22 de diciembre de 2010

El nacimiento de Jesús


La Biblia, Nuevo Testamento, San Lucas Capítulo 2

El nacimiento de Jesús
1
Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de César Augusto, para que todo el mundo fuese empadronado.
2
Este primer censo se hizo mientras Cirenio era gobernador de Siria.
3
E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad.
4
Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David;
5
para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta.
6
Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento.
7
Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón.
8
Había pastores en la misma región, que velaban y guardaban las vigilias de la noche sobre su rebaño.
9
Y he aquí, se les presentó un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de resplandor; y tuvieron gran temor.
10
Pero el ángel les dijo: No temáis; porque he aquí os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo:
11
que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor.
12
Esto os servirá de señal: Hallaréis al niño envuelto en pañales, acostado en un pesebre.
13
Y repentinamente apareció con el ángel una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían:
14
¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!
15
Sucedió que cuando los ángeles su fueron de ellos al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: Pasemos, pues, hasta Belén, y veamos esto que ha sucedido, y que el Señor nos ha manifestado.
16
Vinieron, pues, apresuradamente, y hallaron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre.
17
Y al verlo, dieron a conocer lo que se les había dicho acerca del niño.
18
Y todos los que oyeron, se maravillaron de lo que los pastores les decían.
19
Pero María guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón.
20
Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho.
21
Cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, le pusieron por nombre JESÚS, el cual le había sido puesto por el ángel antes que fuese concebido.
22
Y cuando se cumplieron los días de la purificación de ellos, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor
23
(como está escrito en la ley del Señor: Todo varón que abriere la matriz será llamado santo al Señor),
24
y para ofrecer conforme a lo que se dice en la ley del Señor: Un par de tórtolas, o dos palominos.
25
Y he aquí había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, y este hombre, justo y piadoso, esperaba la consolación de Israel; y el Espíritu Santo estaba sobre él.
26
Y le había sido revelado por el Espíritu Santo, que no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor.
27
Y movido por el Espíritu, vino al templo. Y cuando los padres del niño Jesús lo trajeron al templo, para hacer por él conforme al rito de la ley,
28
él le tomó en sus brazos, y bendijo a Dios, diciendo:
29
Ahora, Señor, despides a tu siervo en paz, Conforme a tu palabra;
30
Porque han visto mis ojos tu salvación,
31
La cual has preparado en presencia de todos los pueblos;
32
Luz para revelación a los gentiles, Y gloria de tu pueblo Israel.
33
Y José y su madre estaban maravillados de todo lo que se decía de él.
34
Y los bendijo Simeón, y dijo a su madre María: He aquí, éste está puesto para caída y para levantamiento de muchos en Israel, y para señal que será contradicha
35
(y una espada traspasará tu misma alma), para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.
36
Estaba también allí Ana, profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, de edad muy avanzada, pues había vivido con su marido siete años desde su virginidad,
37
y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones.
38
Esta, presentándose en la misma hora, daba gracias a Dios, y hablaba del niño a todos los que esperaban la redención en Jerusalén.
39
Después de haber cumplido con todo lo prescrito en la ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret.
40
Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él.
41
Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua;
42
y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta.
43
Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre.
44
Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos;
45
pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole.
46
Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles.
47
Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas.
48
Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.
49
Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?
50
Mas ellos no entendieron las palabras que les habló.
51
Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón.
52
Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.

lunes, 6 de diciembre de 2010

La Biblia, Nuevo Testamento, 2da Epistola del Apostol Pablo a los Tesalonicenses


Capítulo 1

Fidelidad en medio de la tribulación
1
Pablo, Silfas y Timoteo, a la iglesia de los tesalonicenses en Dios nuestro Padre y en el Señor Jesucristo:
2
Gracia y paz a vosotros, de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.
3
Debemos siempre dar gracias a Dios por vosotros, hermanos, como es digno, por cuanto vuestra fe va creciendo, y el amor de todos y cada uno de vosotros abunda para con los demás;
4
tanto, que nosotros mismos nos gloriamos de vosotros en las iglesias de Dios, por vuestra paciencia y fe en todas vuestras persecuciones y tribulaciones que soportáis.
5
Esto es demostración del justo juicio de Dios, para que seáis tenidos por dignos del reino de Dios, por el cual asimismo padecéis.
6
Porque es justo delante de Dios pagar con tribulación a los que os atribulan,
7
y a vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder,
8
en llama de fuego, para dar retribución a los que no conocieron a Dios, ni obedecen al evangelio de nuestro Señor Jesucristo;
9
los cuales sufrirán pena de eterna perdición, excluidos de la presencia del Señor y de la gloria de su poder,
10
cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros).
11
Por lo cual asimismo oramos siempre por vosotros, para que nuestro Dios os tenga por dignos de su llamamiento, y cumpla todo propósito de bondad y toda obra de fe con su poder,
12
para que el nombre de nuestro Señor Jesucristo sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, por la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

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Capítulo 2

El hombre de iniquidad
1
Pero con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con él, os rogamos, hermanos,
2
que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca.
3
Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición,
4
el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.
5
¿No os acordáis que cuando yo estaba todavía con vosotros, os decía esto?
6
Y ahora vosotros sabéis lo que lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste.
7
Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; sólo que hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio.
8
Y entonces se manifestará aquel inicuo, a quien el Señor matará con el espíritu de su boca, y destruirá con el resplandor de su venida;
9
inicuo cuyo advenimiento es por obra de Satanás, con gran poder y señales y prodigios mentirosos,
10
y con todo engaño de iniquidad para los que se pierden, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para ser salvos.
11
Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira,
12
a fin de que sean condenados todos los que no creyeron a la verdad, sino que se complacieron en la injusticia.
13
Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad,
14
a lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.
15
Así que, hermanos, estad firmes, y retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra.
16
Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia,
17
conforte vuestros corazones, y os confirme en toda buena palabra y obra.

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Capítulo 3

Glorificación de la palabra de Dios y el deber de trabajar
1
Por lo demás, hermanos, orad por nosotros, para que la palabra del Señor se difunda rápidamente y sea glorificada, así como sucedió entre vosotros,
2
y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe.
3
Pero fiel es el Señor, que os afirmará y guardará del mal.
4
Y tenemos confianza respecto a vosotros en el Señor, en que hacéis y haréis lo que os hemos mandado.
5
Y el Señor encamine vuestros corazones al amor de Dios, y a la paciencia de Cristo.
6
Pero os ordenamos, hermanos, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que os apartéis de todo hermano que ande desordenadamente, y no según la enseñanza que recibisteis de nosotros.
7
Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros,
8
ni comimos de balde el pan de nadie, sino que trabajamos con afán y fatiga día y noche, para no ser gravosos a ninguno de vosotros;
9
no porque no tuviésemos derecho, sino por daros nosotros mismos un ejemplo para que nos imitaseis.
10
Porque también cuando estábamos con vosotros, os ordenábamos esto: Si alguno no quiere trabajar, tampoco coma.
11
Porque oímos que algunos de entre vosotros andan desordenadamente, no trabajando en nada, sino entremetiéndose en lo ajeno.
12
A los tales mandamos y exhortamos por nuestro Señor Jesucristo, que trabajando sosegadamente, coman su propio pan.
13
Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer bien.
14
Si alguno no obedece a lo que decimos por medio de esta carta, a ése señaladlo, y no os juntéis con él, para que se avergüence.
15
Mas no lo tengáis por enemigo, sino amonestadle como a hermano.
16
Y el mismo Señor de paz os dé siempre paz en toda manera. El Señor sea con todos vosotros.
17
La salutación es de mi propia mano, de Pablo, que es el signo en toda carta mía; así escribo.
18
La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.

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